Octubre 2009
 

Villegas Rico
le apostó a la violencia, a la represión y al fraude.

Mis sexenios (19)


José Guadalupe Robledo Guerrero.

El Movimiento Pro Dignificación de la UAC

Las elecciones para Rector de la UAC se llevaron a cabo el 27 de marzo de 1984. Pero ese día, antes de que se diera a conocer “la arrasadora victoria de Valeriano Valdez Valdez”, los candidatos opositores, Armando Fuentes Aguirre “Catón” y Jaime Martínez Veloz “Jimmy”, realizaron -en la explanada de la Rectoría- una concentración de universitarios y ciudadanos en donde plantearon su rechazo a la imposición villeguista y su indignación por el antidemocrático y violento proceso electoral, demandando que se anularan las elecciones.

El pliego petitorio del movimiento en ciernes se elaboró aquella noche: 1.- Convocar a nuevas elecciones con la supervisión de la ANUIES (Asociación de universidades); 2.- Solicitar al gobierno federal una Auditoría contable y académica para la UAC, cuya solicitud fue entregada ese mismo día al Secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari, que se encontraba en Saltillo en una misión oficial..

Con estas acciones, “Jimmy” y “Catón” desconocían los resultados electorales que obviamente le daban el triunfo al concuño de Villegas Rico: Valeriano Valdez, y calificaban de fraudulenta su elección como Rector. Ese mismo día se convocó a una manifestación que se realizó 24 horas después y a donde asistieron miles de universitarios y ciudadanos, legitimando con su presencia el nacimiento del Movimiento Pro Dignificación de la UAC, que a partir de ese momento cobraba notoriedad en la conciencia pública de Coahuila y amenazaba la tranquilidad villeguista soportada en la represión y el porrismo.

Como era de esperarse, el Consejo Universitario de la UAC -controlado por Villegas- hizo oidos sordos a las protestas estudiantiles, y un día después le dio posesión a Valeriano Valdez como nuevo Rector. Al día siguiente hubo otra manifestación multitudinaria en donde “Jimmy” le dio su apoyo a “Catón” y se decidió bloquear las carreteras federales como presión a la solución de las demandas universitarias.

En medio de estas acciones masivas, Valeriano Valdez nombró como Secretario General de la UAC a Rodolfo Castro, ex Coordinador de la Unidad Torreón y uno de los dos manejadores de los porros laguneros, el otro era el Director de Planeación, Enrique Huber Lazo. En 24 horas se levantó el bloqueo a las carreteras ante el compromiso de la ANUIES de enviar una comisión que evaluaría el proceso electoral de la UAC.

¿Por qué Villegas Rico le apostó a la violencia, la represión y el fraude? Porque había caído bajo la influencia de los laguneros Rodolfo Castro y Enrique Huber, cuya fuerza radicaba en el manejo de cientos de porros, a los que usaron para amedrentar, amenazar y agredir a los estudiantes que simpatizaban con “Catón” y “Jimmy”, y a quienes les encargaron el fraude para imponer a Valeriano Valdez. Villegas, sin propornérselo, creó el problema universitario que sepultaría para siempre sus ambiciones de poder, su sueño de convertirse en gobernador, debido a que no quiso escuchar a algunos villeguistas que le proponían negociar con sus opositores, tal y como lo proponía su secretario particular Juan Antonio Silva Chacón, quien no veía bien la forma en que se estaba manejando el conflicto. Pero no fue escuchado.

Juan Antonio Silva Chacón planteaba que Villegas debería sustraerse del conflicto, ayudar a la negociación con los opositores y dedicarse a su buscar la Alcaldía de Saltillo, para estar en una posición ventajosa a la hora de la decisión de la candidatura gubernamental.

Pero sin recapacitar en la riesgosa situación, Villegas insistió en utilizar los porros para someter las disidencias. Mientras trascurrían los días, los porros se dieron vuelo agrediendo estudiantes en Torreón, ni las mujeres se les escaparon. Esto polarizó las posiciones de los disidentes de Villegas. En contrapartida Villegas inventó una Federación de estudiantes, la FEUAC, manejada por porros, con la intención de enfrentarla con los estudiantes del Movimiento democratizador.

A principios de abril, mientras la comisión enviada por la ANUIES dialogaba con Jimmy y Catón, el sindicato de la UNAM -el STUNAM-, dirigido por Evaristo Pérez Arreola, manifestaba públicamente su apoyo al Movimiento Pro Dignificación de la UAC. Las fuerzas se definían.

Por su parte el villeguismo se movilizaba con el fin de presionar al gobernador para que interviniera deteniendo a los antivilleguistas. Con el pretexto de una supuesta balacera protagonizada por los simpatizantes de Jimmy y Catón en contra de los villeguistas, un grupo de simpatizantes de Valeriano, con él al frente, llegaron hasta el domicilio del gobernador de las Fuentes a proferir insultos a la autoridad de Coahuila. Luego se fueron al domicilio de Subsecretario Rodrigo Sarmiento Valtier, para apedrear su casa e insultarlo. Al final de esa violenta noche, Rodolfo Castro, seguido de un grupo de porros, fueron a los medios de comunicación a repudiar la violencia.

El 4 de abril, por órdenes de Villegas, el dócil STUAC decretó una suspensión de clases “ante la violencia que se vivían en la UAC”. Los estudiantes se opusieron a la suspensión de clases, y el Secretario General Rodolfo Castro solicitó la intervención de la policía en las escuelas para controlar la situación. No lograron presionar a José de las Fuentes, quien insistía en evadir su responsabilidad, y como respuesta les reiteró su respeto a la autonomía universitaria, y a su manera les sugirió que si no podían manejar la UAC, buscaran otra alternativa, ¿la renuncia?

Por su parte, Jimmy y Catón se reunieron con el gobernador para informarle de la situación y reiterarle su rechazo a la violencia y a la provocación. Los líderes de los comerciantes de la CANACO, afines a Vanguardia y a Villegas, insistían en exigir que se restableciera la paz y el orden. Estos fueron algunos de los escarceos de los grupos enfrentados que dieron origen al Movimiento Pro Dignificación de la UAC.
El 10 de abril se realizó la quinta concentración masiva en la Plaza de Armas. Allí se tomó la decisión de iniciar una marcha a pie a la ciudad de México para entrevistarse con el Presidente de la República y conseguir respuesta a las demandas planteadas. La marcha sería encabezada por los líderes del movimiento: Catón y Jimmy, y según cálculos duraría un mes, iniciándose al día siguiente, el 11 de abril.

Los marchistas: estudiantes, profesores, madres de familia y ciudadanos, salieron de la explanada del Ateneo Fuente. Mientras tanto, la violencia y la intimidación eran el pan de cada día. Los porros siguieron agrediendo a los universitarios disidentes, y en esas acciones comenzaron a salir las armas de fuego, que se comenzaron a disparar con el ánimo de causar miedo. Por eso, evitar la provocación fue la parte más importante del movimiento, era prioritario evitar que hubiera desgracias que lamentar. La situación era peligrosa, pero Villegas no desistía en su soberbia y prepotencia.


Óscar Villegas Rico insistió en presionar al gobernador para que se involucrara en el conflicto y detuviera a los antivilleguistas.
En respuesta a estas intimidatorias acciones, los miembros del movimiento antivilleguista decidieron bloquear nuevamente las carreteras federales, aumentando así los riesgos con el malestar de los traileros y viajeros que mostraban su malestar ante el impedimento de proseguir su camino.

Para el 20 de abril, a diez días de iniciada la marcha, el número de marchistas se había elevado a 350. Para esa fecha ya habían recorrido 155 kilómetros de su largo viaje, en ese recorrido habían recibido la solidaridad y la simpatía de los habitantes de los ejidos y poblados rurales, que se desvivían por darles el poco dinero que juntaban, alimentos, agua y muchas bendiciones y deseos de que triunfaran. Los males de la caminata ya hacían estragos entre los marchistas: ampollas, quemaduras del sol, ampollamiento de los pies, dolores musculares e incomodidades. Pero siguieron adelante.

Por esos días sucedió en Saltillo un suceso que pocos conocen o recuerdan. Un grupo de mujeres que se ostentaban como madres de marchistas, manipuladas o asesoradas por alguien que quería provocar una represión oficial, llegaron hasta las oficinas del gobernador y allí se quedaron hasta no ser atendidas por José de las Fuentes, a fin de que resolviera el conflicto universitario. Las mujeres tomaron las oficinas gubernamentales del Palacio de Gobierno, las intención era devolver el problema al gobierno del estado antes que los marchistas llegaran al Distrito Federal. JFR, muy a su estilo, eludió a la comisión de madres de familia, argumentando que Valeriano Valdez se negaba a obedecerlo, lo cual era cierto, pero no les dio la cara, se los mandó decir. El gobernador sabía lo riesgoso de su situación, por eso cuando decidió que los universitarios arreglaran el conflicto por sí mismos, demandó que lo mantuvieran al margen de la situación.

Toda esa noche las madres de familia se quedaron dentro de Palacio de Gobierno, al día siguiente por instrucciones de Rodrigo Sarmiento Valtier iban a ser desalojadas por grupos de colonos priistas que esperaban la orden de actuar armados con palos. Los colonos estaban convencidos que con esa violenta acción “defendían a su gobernador”. No cabe duda, las masas no piensan, sólo obedecen las órdenes de sus mecenas. Lo cierto es que si las señoras hubieran sido desalojadas como pretendía el Subsecretario, seguramente José de las Fuentes habría tenido que renunciar.

Pero se logró evitar el desalojo violento pidiendo tiempo para evitarlo. En aquella ocasión hablé con Catón y le hice ver lo peligroso de la situación, al mismo tiempo que lo hacía responsable de lo que sucediera si él no se involucraba en convencer a las madres de familia de que abandonaran la oficina del gobernador. Catón no quiso correr el riesgo de ser respsonsabilizado públicamente, y convenció a las señoras simpatizantes del movimiento de que declinaran su imprudente acción. Estoy seguro que Catón no se encontraba al margen de esa temeraria acción, como tampoco lo estaba el PAN que quería sacar agua para su molino electorero.

Dos días después de este incidente, que ahora ya es del anecdotario histórico, sucedió la peor desgracia que registrara el Movimiento Pro Dignificación de la UAC: la muerte, mejor dicho el homicidio de Juan Fernando Gallegos Monsiváis, “Kaliman”, quien fue baleado por un viajero molesto por el bloqueo parcial de la carretera que hacían los marchistas para transitar con seguridad rumbo a su destino. El homicida quiso eludir la marcha bajándose con su vehículo de la cinta asfáltica. Un grupo de marchistas quisieron detenerlo, y supuestamente por el terror que le causaron disparó su pistola y mató al “Kaliman”. El asesino era un ex guarura del ex Presidente José López Portillo de nombre Ángel Alvaro Peña, convertido en ganadero.

La muerte de “Kaliman” radicalizó a ciertos grupos universitarios que impacientes por conseguir solución a sus demandas comenzaron a discutir acciones de presión. La desidia de José de las Fuentes causaba indignación. Por eso un grupo de estudiantiles de Ciencias Químicas, comandados por Ramón Castillo, acordó presentarse en el Palacio de Gobierno para exigirle al gobernador su inmediata intervención en el conflicto. Alrededor de un centenar de estudiantes se metieron a Palacio de Gobierno y a gritos pedían hablar con el gobernador. Contrariado y con la angustia en la cara, JFR bajó al patio a dialogar con los universitarios.

Luego de escuchar la versión estudiantil del conflicto universitario, para sacudirse el problema, el evasivo gobernante les dijo con su característico tono arrabalero: “Cuál conflicto hay en la Universidad. Yo paso cuatro veces al día por la Rectoría y ésta se encuentra laborando normalmente. No puedo intervernir, porque soy respetuoso de la Autonomía Universitaria”. JFR ya no quiso oir más ni seguir hablando, pero les había revelado a los estudiantes la siguiente acción de su lucha.

El razonamiento que se hizo de las palabras evasivas del gobernador fue ingenioso: si José de las Fuentes dice que no hay conflicto en la UAC porque la Rectoría sigue trabajando normalmente, entonces hay que tomar la Rectoría para que el gobernador se dé cuenta que si hay un problema. Así fue como a media mañana del 29 de abril, un fuerte grupo de universitarios simpatizantes con el Movimiento se dieron cita en la explanada de Rectoría y se apoderaron del edificio, sin forzar las cerraduras. Desde ese momento, la Rectoría sería el bastión del Movimiento Pro Dignificación de la UAC, mientras la marcha continuaba hacia la ciudad de México.

Con la toma del edificio de Rectoría se iniciaron otras acciones. Los directores villeguistas de las escuelas y facultades universitarias de la Unidad Saltillo comenzaron a tener problemas con sus estudiantes. Ya no tuvieron la suficiente autoridad para asegurar el control de los estudiantes, quienes se convirtieron en celosos guardianes de sus instituciones académicas. Así se descubrió en la escuela de Sistemas, que fuera el centro de operaciones de la campaña de Valeriano Valdez, un arsenal: siete rifles, 8 pistolas y balas. Para el 4 de mayo el saldo era favorable al Movimiento. Los estudiantes habían tomado en pocas horas las siguientes escuelas saltillenses: Ateneo Fuente, Ciencias de la Comunicación, Ciencias Químicas, Arquitectura y Economía; y en Torreón se habían apoderado de la Coordinación de la unidad.

La respuesta villeguista fue desatar la violencia en Torreón, en donde hubo enfrentamientos a tiros, con saldo sangriento de tres jóvenes heridos de bala y uno quemado por una bomba molotov. La otra parte de la estrategia villeguista fue exigirle al gobernador, a través de sus patiños, su intervención “para que la paz, la tranquilidad y el orden regresen a la Universidad”, pues sabían que si JFR intervenía en el conflicto ayudaría a imponer a Valeriano y metería al orden a los “comunistas” que había agitado a la UAC.
Para este momento se comenzaron a manejar otras posibles soluciones, como crear un Consejo de Gobierno Universitario, el nombramiento de un Rector interino, etc., pero todas las alternativas que se proponían, incluyendo las demandas del Movimiento Pro Dignificación, requerían de una acción fundamental: la renuncia de Valeriano Valdez. Para estas fechas, las “fuerzas vivas” de Coahuila (organismos empresariales, sindicales, sociales y culturales, todos aliados villeguistas) ya se habían manifestado en favor de que la solución del conflicto emanara del gobierno de estado.

Por su parte Valeriano Valdez, asesorado por su concuño Villegas, se rehusaba a entablar pláticas con sus adversarios y ni siquiera le contestaba el teléfono al gobernador. Valeriano no estaba dispuesto a negociar, menos a presentar su renuncia a la Rectoría. Sin embargo la presión que ejercía el conflicto sobre el gobernador provocó el interés de éste por resolver el problema, pues la orden de arreglar el conflicto había llegado a Coahuila desde el Distrito Federal, y “donde manda capitán, no gobierna marinero”.

Para cumplir las “órdenes superiores”, José de las Fuentes se vio obligado a investigar las posibles soluciones, para escoger la que menor riesgo le acarreara. De alguna manera logró que las partes en conflicto se reunieran a discutir la forma de terminar el conflicto universitario. Alfonso Cerpa Salcedo, entonces Director de Productividad Rural, fue nombrado por el gobernador como conciliador y representante gubernamental en las pláticas conciliatoras. Los representantes del grupo villeguistas fueron: Valeriano Valdez y Rodolfo Castro; y por el Movimiento Pro Dignificación de la UAC: Armando Fuentes Aguirre “Catón” y Jaime Martínez Veloz “Jimmy”.
Valeriano Valdez Valdez, asesorado por su concuño Villegas,
se oponía a entablar pláticas con sus adversarios.

Valeriano Valdez continúo dándole largas al asunto, en varias ocasiones no asistió a las pláticas, seguramente esperando a que el conflicto universitario contaminara al proceso electoral de las elecciones de Alcaldes que estaba a la vuelta de la esquina, lo que obviamente no le convenía al gobernador, y deseaban que para evitar esa contaminación política, JFR se viera obligado a tomar una decisión apresurada, desde luego en favor del villeguismo.

Siete días después de iniciadas las pláticas conciliatorias coordinadas por Cerpa Salcedo y sin que hubiera un resultado positivo, los marchistas llegaron a la ciudad de México y fueron recibidos por el Subsecretario B de la Secretaría de Gobernación. Para este momento Villegas y sus incondicionales ya habían sido vencidos, el resultado no tardaría mucho en darse a conocer, sólo faltaba la voluntad política de JFR para hacerse oir.

José de las Fuentes había escogido una solución que le fue planteada siguiendo el antecedente del Movimiento por la Autonomía Universitaria: nombrar al Secretario General de la UAC como Encargado del Despacho de la Rectoría, para que desempeñara las funciones de Rector mientras volvía la calma a la Universidad, pues sabía que así como Valeriano, ni “Catón” ni “Jimmy” le garantizaban la terminación del conflicto, al contrario cualquiera de ellos lo hubiera polarizado.

Pero JFR tampoco quería dejar de Encargado del Despacho de Rectoría al Secretario General que había nombrado Valeriano: Rodolfo Castro, pues era tanto como echarle gasolina al fuego, por eso requería que tanto Valeriano Valdez como Rodolfo Castro renunciaran a sus cargos, para nombrar a alguien que aceptaran las partes en conflicto. Pero Valeriano y Castro se negaban a renunciar y no le daban seriedad a la comisión conciliadora que coordinaba Alfonso Cerpa Salcedo en representación del gobierno de Coahuila. Ni siquiera tomaban en serio la intervención del gobernador. Posteriormente supe por un cercano colaborador del gobernador que “ante los esfuerzos conciliatorios de José de las Fuentes, Valeriano se comportaba altanero y desafiante. Ni siquiera le contesta el teléfono”.

Por esos días de diálogo conciliador infructuoso, JFR me invitó a platicar a su despacho. Días antes en otra charla similar, el gobernador se había casado con la idea de nombrar un Secretario General de la UAC que se Encargara del Despacho de Rectoría, por eso creó la comisión negociadora con Cerpa como su representante. Pero esta vez me recibió con una pregunta a bocajarro: ¿Cual es su candidato a la Rectoría? -Ninguno, le respondí con franqueza, en esa decisión yo no juego.

Luego sacó una hoja de máquina de su escritorio y me la puso enfrente para que leyera su contenido al tiempo que me decía: “Dígame cuál de estos es el más adecuado para que se encargue del Despacho del Rector”. Y me compartió otro dato más: “Esa lista me la dio nuestro amigo mutuo, el Secretario de Gobierno Enrique Martínez. Me negué a leer la lista para no comprometerme a dar alguna opinión, pero al regresarle el escrito no resistí écharle una ojeada a vuelo de pájaro y me percaté que la lista era de 20 prospectos, y comenzaba con José Fuentes García.

Ante mi negativa a involucrarme en algo que no estaba bajo mi control, JFR insistió: “Deme su opinión”. -Lo único que puedo decirle, contesté, son algunas de las características que debe reunir el que usted elija: 1.- Debe ser un universitario que acepten las partes en conflicto, que confíen en él y respeten su autoridad. 2.- Debe tener claro que el no se va a quedar como Rector, aún cuando los cantos de las sirenas universitarias lo seduzcan. Debe tener claro que se encargará del Despacho de Rectoría por un tiempo determinado, mientras la tranquilidad retorne la Universidad para que convoque a elecciones. 3.- Debe ser su amigo, para que le confíe esa misión, sin temor a que haga lo contrario a lo acordado.

En eso estaba cuando de repente se abrió la puerta del Despacho gubernamental y apareció, con unos planos enrollados en las manos, Jesús Ochoa Ruesga, entonces Director del Instituto Estatal de la Vivienda y amigo del gobernador. Cuando se dio cuenta que JFR estaba ocupado, dijo: “Luego vuelvo señor gobernador, le traía los planos que me pidió, disculpe la interrupción no sabía que estaba ocupado”. -No te vayas, le dijo el gobernador, esperame para irnos a comer. Inmediatamente que Ochoa Ruesga salió del Despacho, el gobernador me lanzó una última pregunta: ¿Cómo ve, éste cumplirá con los requisitos que usted dice? -No sé, le respondí, usted lo sabe mejor, pues yo no lo conozco, pero sé que es su amigo. Nos despedimos, con la promesa gubernamental de vernos pronto.

Lo que más me extrañó de esa plática, fue que el gobernador nada dijo de la negativa a renunciar de Valeriano y Castro. Por eso supuse que José de las Fuentes ya tenía una estrategia para hacerlos renunciar, por ello estaba recolectando opiniones, pues seguramente ya tenía presiones de otros grupos y funcionarios que querían imponer a su candidato. Por otro lado, supuse que el gobernador me había mandado llamar para que yo mencionara en mi columna los prospectos al interinato rectoral que ya tenía en su escritorio. Nada informé de la lista, pero me involucré en el juego, mencionando en mi columna del 17 de mayo, fecha en que se informó de la renuncia de Valeriano Valdez y Rodolfo Castro, a Jesús Ochoa Ruesga como el virtual Secretario General de la UAC que se encargaría del Despacho de Rectoría. Días después los hechos le darían la razón a mi escrito.

Una duda me quedaba: ¿Cómo le había hecho el gobernador para convencer a Valeriano Valdez y a Rodolfo Castro que renunciaran a sus cargos para poner a otro en su lugar? ¿Qué les había ofrecido JFR a los que no respetaban su autoridad para que aceptaran un tercero en discordia en la solución del problema universitario? Días después lo supe, pero esa es otra historia, la que comentaré en la próxima parte de Mis Sexenios...



(Continuará).
El Rectorado de Jesús Ochoa Ruesga...